El lugar de los hechos. Un viaje alrededor de la novela negra
Todo libro tiene una historia, tanto en lo su contenido, como en su continente y su nacimiento. También El lugar de los hechos, la tiene.
Comenzó en el encuentro de Plentzia Negra de 2023, cuando su director, Juan Mari Barasorda me volvió a presentar a Ricardo Bosque (él y yo ya nos conocíamos de muchos festivales), pero me hizo ilusión encontrármelo de nuevo. Ser madre, autónoma en este país no es una oportunidad, es una condena.
Juan Mari me habló de un libro que tenían en la cabeza Ricardo y Jesús Lens, al que me une abrazos futboleros, del que habían dado alguna pincelada, pero no terminaban de arrancar. Pedí que me contara un poco y lo que ellos proponían me fascinó. No era un ensayo sobre novela negra al uso, no. Era un tratado sobre un personaje al que vemos continuamente, pero apenas hacemos cuenta: las ciudades, las ciudades, las calles...
No creo que nadie pueda imaginarse a Jack el Destripador actuando en la Gran Vía a plena luz del día. Como no creo que nadie pueda imaginarse a Jessica Fletcher siendo invitada a dos comuniones seguidas en Andalucía con la que lía cada vez que aparece. La abuela Muerte se la conoce en mi casa.
Eso que parecía invisible. Eso que es tan habitual en nuestra vida, que es tan nuestro (más siendo españoles y sureños), que tomamos y dejamos como si fuéramos amantes inconstantes: LOS LUGARES.
¿Cómo va a ser lo mismo Patricia Highsmith, viajera, con Ripley danzando de un lado a otro, que Stieg Larsson, suscrito a su Suecia, o Mikel Santiago? No, no puede ser lo mismo. El lugar también condiciona el crimen y a su autor intelectual.
Eso es lo que nos proponen Jesús Lens y Ricardo Bosque, un paseo por aquellos países, ciudades, calles por las que hemos paseado un millón de veces, o tan solo una vez en la vida, pero a la que nos proponen no volver con la misma mirada.
Un libro sorprendente y que no hay que dejar de leer si eres amante de la novela negra.
La suerte de contar con Susana Rodríguez Lezaun como prologuista hace que queramos compartir en abierto el magnífico texto que preparo para el libro.
Hace falta este tipo de libros para pararnos a pensar.
Y bien sabe Dior que nos hace mucha falta pararnos a pensar.
Pertenezco a una generación analógica, viví mi infancia en blanco y negro. Feliz, eso sí, pero carente de los estímulos que rodean a los jóvenes actuales. Afortunadamente, me atrevo a decir. Había dos cadenas de televisión y la programación terminaba a medianoche. Nada de vídeo ni cable. Por supuesto, términos como internet, plataformas, teléfono móvil o redes sociales ni siquiera existían. No quiero parecer una abuelita gruñona. Disfruto mucho de todos los avances tecnológicos, solo pretendo que, quienes no conocieron aquella época, se pongan por un momento en mis zapatos.
Viajar era un lujo al alcance de unos pocos. Los destinos vacacionales de mi familia eran aquellos a los que se podía llegar en coche sin que el SEAT 132 primero y la Nissan Vanette después reventaran por la carga, los kilómetros o el calor.
Sin embargo, antes de cumplir diez años ya había visitado Estados Unidos y Gran Bretaña, a los doce descubrí Rusia y Japón, y con catorce, Egipto y Sudamérica. ¡Ah! Y siendo muy pequeña hice un rápido viaje a la Luna. Me fascinaron los colores, los acentos, los rasgos físicos, las costumbres (¿¡te imaginas a las mujeres con los pies vendados!?). Descubrí pueblos y ciudades de nombres imposibles para una niña que solo hablaba castellano. También me paseé por España, no os creáis que todo fueron viajes exóticos.
He de reconocer que no recuerdo el nombre de muchos de aquellos lugares, pero sí cómo llegué hasta allí: Matar un ruiseñor, Sinuhé el Egipcio, Malinche, Viento del Este, viento del Oeste, El camino, Zalacaín el aventurero, El jugador, La madre, El misterio de la cripta embrujada…
Los libros eran (y siguen siendo) aviones maravillosos que me transportaban a lugares increíbles en los que nunca había puesto un pie. He estado en China y en Vietnam, en Colombia y en México, en los Balcanes y en el corazón de Rusia.
Y ahora, de pronto, ha llegado a mis manos este libro, que me propone un viaje alrededor del mundo con dos cicerones excepcionales, Ricardo Bosque y Jesús Lens. Sin dudarlo, abro la primera página y vuelo hasta Gran Bretaña, donde me esperan Conan Doyle y Agatha Christie, y de ahí me embarco en un crucero por el Mediterráneo en el que Camilleri y Brunetti se turnan para hacerse cargo de la cocina.
Bajo a Tánger y vuelvo a subir hasta Viena y Berlín, me asomo a los países del Báltico y, para caldear un poco el espíritu, me adentro en el África Negra. No conocía Ciudad del Cabo, Dakar o Bamako. Me encanta expandir mis horizontes, ver más allá, conocer lugares nuevos, abrir mi mente a narrativas diferentes, a realidades que nada tienen que ver con la mía.
El viaje termina con una oferta que no puedo rechazar: la Ruta de la Seda. Teherán, Bombay, Shanghái…
Libros y más libros, novelas negras, criminales y policiacas, detectives profesionales y aficionados y, como dijo Sabina: «mucha policía».
Este libro es un viaje apasionante, una guía minuciosa y muy entretenida, plagada de nombres, de títulos, de anécdotas, de breves fragmentos; una lectura en la que, a veces, el lector abrirá la boca sorprendido y otras sonreirá al reconocer algunos paisajes. Recomiendo avanzar por estas páginas con papel y lápiz a mano para ir tomando nota de las magníficas recomendaciones que Jesús y Ricardo nos hacen. Han demostrado ser unos guías expertos y unos anfitriones maravillosos.
Novela negra alrededor del mundo, ¿puede haber un viaje mejor?
Gracias por la escapada, queridos amigos. Y vosotros, lectores y lectoras, abrochaos los cinturones y disfrutad de la aventura.
Susana Rodríguez Lezaun
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